martes, 5 de marzo de 2013

El legado de Hugo Chávez

Las personas mueren físicamente, pero su legado vive. Durante más de 2 siglos, compramos el cuento de que éramos sucios e indignos, y que la basura europea era más valiosa que el mayor tesoro latinoamericano. Educados por libros europeos, escritos por los colonizadores eternos del mundo para convencernos desde pequeños que nuestro lugar es el de la escoria, el de los cipayos, el de los que se avergüenzan de su país y su continente, el de los sucios, el de los eternos abusados que agradecen al tirano la posibilidad de ser abusados, convirtiéndonos, a fuerza de hábito, en esa polilla que ni siquiera intenta escapar del frasco cuando le abren la tapa.

El legado del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías vive en cada uno de los latinoamericanos que hace una década estábamos entregados, desesperanzados y resignados a ser el patio trasero del mundo, y hoy recuperamos la dignidad, la esperanza y la alegría, porque vimos en carne propia que se puede hacer una diferencia; que Latinoamérica no era lo que nos enseñaron que era; que no somos más estúpidos que los europeos, sino al contrario; que cuando ellos tienen los mismos problemas que tuvimos, son menos capaces para resolverlos, achanchados y faltos de creatividad y maña, producto de dormir sobre el cómodo cojín de un sistema aceitado y a medida, que aletargó su instinto de supervivencia y su capacidad de afrontar las crisis. El legado de Chávez vive en todos los que advertimos la realidad palpable y concreta de que Latinoamérica unida pisa hoy más fuerte que las mal llamadas potencias mundiales. Pero por sobre todo, su legado vive en el sueño bolivariano de la América unida, hoy más realidad que sueño, gracias al valor y firmeza de convicciones de aquellos que por primera vez nos enseñaron la luz al final del túnel.

Gracias Comandante. Pídale a Néstor que le enseñe a jugar unas manitos de Truco, y mate y chicharrón de por medio, sigan los dos, desde arriba, alumbrando el despertar de esta América, soñada por San Martín y Bolívar. Mi más sentido homenaje a un gran líder latinoamericano que jamás negoció sus convicciones, y las mantuvo hasta el final. Descanse Comandante, la posta de Latinoamérica descansa ahora en nuestras manos.