viernes, 25 de octubre de 2013

La verdad sobre Sergio Massa.

Massa confundió al electorado con generalidades, eslógans vacíos, y ambigüedades, evitando a toda costa definir sus políticas públicamente. Lo poco que dijo que va a lograr, sin decir cómo, se contradice con las medidas que anunció al sector empresarial que va a tomar si gana en 2015. Massa es el candidato del ciudadano que no conoce de política y no le interesa conocer. Es el candidato de los globitos de colores, del envoltorio que se ve lindo por fuera pero adentro está vacío. Massa promete al electorado que va a subir las jubilaciones, sin decir cómo financiaría esos aumentos, mientras anuncia medidas como la eliminación de las retenciones y la baja de impuestos, que le quitarían al Estado los medios para pagar jubilaciones. Massa es el político clásico que promete lo que sabe que no va cumplir. Lo que pasa es que como Néstor cumplió y Cristina también, ya algunos se olvidaron del político tradicional que promete y no hace.

Y ya que la "Inseguridad" es uno de los ejes centrales de la campaña electoral; algo que deberían saber, es que el único plan de Massa para combatir la inseguridad es gobernar haciendo lobby para las corporaciones mediáticas, para que ellas, a su vez, tapen las noticias sobre inseguridad. Vamos a tener más hechos de inseguridad, y mucho más violentos, pero no van a salir en los medios. Después Massa usará eso para decir que la inseguridad disminuyó. Ya sabemos que Clarín tapó los desaparecidos durante la dictadura, a cambio de quedarse con Papel Prensa, y a cambio de una Ley de Medios armada a medida para convertirse en Monopolio. Se llama "pacto de caballeros". Ese mismo pacto que ya hicieron con Massa al convertirlo en su candidato estrella. Ojos que no ven, indignación que no se siente...

Más allá de eso, cualquiera que conozca un poquito sabe que no hay manera de que Massa pueda vender que es una opción nueva y fresca, y que viene a renovar, cuando tiene gente como Barrionuevo y otros tantos impresentables del pasado, y cuando propone políticas económicas, como ser vuelta de las AFJP, nueva toma de deuda, devaluación, etc., que están en sintonía con las exigencias del FMI, las corporaciones, y los grupos concentrados de poder que ya nos fundieron en el pasado, que están fundiendo a los países del "primer mundo", y que tanto nos costó sacarnos de encima. Pero los que saben son menos que los que no saben. Y los asesores de imagen de Massa apuestan a eso.

Massa quiere quedar bien con Dios y con el Diablo, pero gobernar implica afectar intereses concretos. Massa intenta agradar al pueblo y a los poderes que están en contra del pueblo. Massa, para no perder votos, intenta quedar bien con el empleado que quiere ganar bien, y con el patrón que quiere mano de obra barata. Por eso evita el debate, las declaraciones públicas, y cualquier situación que pueda poner en evidencia sus verdaderas intenciones. Lo que sus votantes no advierten, es que tarde o temprano se verá forzado a abandonar su "ancha avenida" utópica en donde una medida política es capaz de contentar a todos los sectores por igual, y en donde se puede gobernar sin confrontar, pidiendo permiso, y apelando a la buena voluntad de los poderosos para ceder dócilmente sus ventajas económicas y sus privilegios de poder, y tendrá que definir qué intereses defiende y qué intereses afecta, porque eso es precisamente gobernar. Cada decisión política que adopte, estará orientada a otorgar derechos o a mantener privilegios. Otorgar un derecho al explotado implica quitar un privilgio al explotador. Mantener el privilegio del explotador, imploca no otorgar un derecho al explotado. Lamentablemente, así funciona en nuestro país y en el mundo. Por eso no existe una medida política que contente a todos. Por eso la ancha avenida de Massa es una falacia, un envoltorio vacío creado a medida por asesores de imagen, para un público apolítico y fácil de engañar. Cada decisión política de Massa beneficiará a un sector determinado en detrimento de otro sector. Y por las medidas concretas que ya anunció al sector empresarial, dejó bastante claro en dónde están sus prioridades.
Lamentablemente, la ignorancia nunca fue excusa, y los errores se pagan igual, sean con o sin intención. Y el pueblo argentino va a pagar muy caro el precio de un Massa, aunque haya votado engañado.

Mientras tanto, y con bastante anticipación, fieles a una estrategia que conocen bien, los medios independientes opositores que defendieron históricamente intereses extranjeros por sobre los locales, ya están sembrando el terreno para culpar en el futuro a CFK de las consecuencias económicas y sociales nefastas que traerán las medidas ya anunciadas por Massa, que implican un retroceso frente a cada conquista social del Kirchnerismo, así como la entrega de la soberanía política y económica nuevamente a las corporaciones y a grupos extranjeros que hoy tienen a las potencias en jaque. Ellos saben bien que sus medidas van a traer nuevamente la miseria, porque son las mismas que en el pasado nos llevaron a la peor crisis de la historia del país. Por eso, ya desde ahora están fogoneando el discurso de que el modelo K es sólo "un relato" y "una mentira", para después decir que las consecuencias trágicas de las medidas que Massa ya anunció que tomará de ser presidente, son en realidad producto de que esa mentira K estalló. Depende de nosotros abrir los ojos y no dejar que nos vuelvan a engañar. Dentro de 2 años, se juega el destino de la Argentina.

En 2015 se decidirá si seguimos creciendo, con aciertos y desaciertos, como todo camino transitado, o si volvemos a 2001, de la mano del FMI. Lo que sí les puedo garantizar, es que ser apolítico no los va a librar de las consecuencias de una mala elección política, o de la no elección política.
En la historia de nuestro país, cada vez que el pueblo rechazó al poder político y eligió que lo gobernara el poder económico, a través de las corporaciones, se cagaron de hambre tanto los apolíticos como los militantes, los que sabían de política y los que no sabían. Ser apolítico es una postura política, y tiene consecuencias políticas.